Nueva relación intrínseca entre los primeros y los bastardos. A punto de estallar en pedazos se retiene la retícula y le nombra: ¡Absalón!; ¡Al salón!, y accede.
Ninguno de los cuellos puede ignorarse si se tienen cuerdas suficientes para ahogar a los presentes. De cualquier forma, pasados y futuros son posibles sólo cuando la taza se derrame y lluevan camarones al ajillo en tropeles o siluetas precisas que, de tanto rememorar las esporas, ahora pueden ignorarse con satisfacción y proporcionalidad de curva asíntota.
El enfermo se desliza por los pasillos y provee a sus miembros una razón lo suficientemente cabal como para permitirse intimar remembranzas a la discresión prosaica que se tiene en noticias del doce o el cuarenta y cuatro; o bien se llamaron los canales con nombres y ya uno elegía al azar las palabras para que fueran llamados los impulsos refrenados al unísono.
Descubrí que debajo de los alerones existen unos pequeños infartos que tienden a estirare cuando se les hacen preguntas relacionadas con la cultura griega. Al menos se tienen noticias de que, al momento de embarcar lo suficiente, aparecen espasmos en las aceras y ya el cuaderno es rayado por debajo de la espuma cuando convierte su ritmo sacramental en juego y conversación en garra.
El presidio invade todo su cuerpo; lo adjunta en un archivo .jpg y le advierte que será mostrada su identidad abnegadora contra la pena que le prescinde y mucho antes de que el mantel posea paladares obstruidos o calendarios ignotos.
El remontarse a la previsibilidad incumbe sólo a pocos sin embargos. Mas la cena es basta y el columpio lejano. La pobreza no es una trattoría y, si se le pide demasiado corazón a la cebolla, tiende a desgajarse en tiempo antes de que le retumben las aceras y se le caiga el queso en las encías. De ahí que las agallas se cocinen en bolas de manierismo, lejano como la verdura, y concreto como la pizzicalla.
Él rompe adustos retratos y le muestra que será ilegible pretender comprenderse si se suben todos a la moto al mismo tiempo; de que el orden de las cosas sea sagrado o fundamental, habría que agrandarse con pienso y metralla.
He ha dicho.
Y concluye:
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