11.3.08

Dossier

Por promover con demasiada lentitud la compulsión a chorro, he decidido obrar en contra de la felación y contener el espíritu dentro del vasito de charcoal que han decidido suturar, con premura, y con la nota firme y alegórica de que será la última vez que pongo los detritos en el encerador y contengo la memoria en primeros lugares, firmes, sin que después detrás vengan a compulsar los primeros espacios y el abultado cogote se les adjunte como si fuera texto conmemorativo de los juegos olímpicos.
Tanto he tenido que batallar en contra de lo que superficialmente contiene un cerro de golondrinas, que con sólo promover menos incautos y seleccionar las matrices gobernadas por los interlocutores, provendrán a satisfacerse, restregando la entrepierna y gobernando las distintas islas donde el sorprendente señuelo ha tenido comezón en la oreja izquierda.
Es de comentarse que, después de hallado el comején, las ardillas sostienen que un ciclo de vida es suficiente para contonear el crimen simpático gracias a lo cual los eucaliptos forman grupas anecdóticas, gracias a las cuales mejor y más salvaje menstruación podrán obtener sin que se les goce por haber sido las primeras diez.
El convertidor de monedas todavía se discute entre la cantinas y los perros husmean las cavernas que han precavido instantes antes de haberse puesto las córneas y columpiado los primeros versos con los cuales podrá objetarse que, descendientes de un difícil tugurio, son ornamentos más disfuncionales que una prensil vocal o sus monederos turbios.
¿Cómo es que se han enclaustrado en tantas y tan primordiales sobredosis de calamidad? Pues sin embargo podría decirse a sí mismo que, sin querer le ha dado un nuevo motivo para enamorarse. Lo mismo ocurre sin que traigan las velas y las formaciones eclesiásticas, pues los nombres del paladar no poseen mayores ornamentos que un disímil secuenciador y tres pesos perdidos en la chamarra del tío abuelo.
Comentario al margen:
Comentario siguiente: por menos madrugador que sea el día, yo habrá de comentar, firme y simplista, que las negociaciones promovidas con glotonerías sirven, en primera instancia, para dar de comer al burro prosaico.
En segunda base se encuentran los primeros fijos de entre todos. Las procreadoras de encantamientos discuten si serán o no menores los presagios y melifluos los gobiernos que se caracterizan por haber sido anecdóticos o esperanzadores.
De acuerdo sirve un par de copas y enciende el metonímico. Allá, a lo lejos, se escucha la música y plegaria del jazz absorto donde se ajustan los botones del volumen y se tienden las trampas entre los primeros ratones ratonzuelos conejillos de indias para dibujar, con sus sonrisas alegóricas, los primeros trazos del mundo visible.
Nace el cuero cabelludo que cubre las primeras ideas; luego uno, calvo, promete diferentes enfermedades a cruzar, tiempo antes de que los gobiernos le obliguen a formarse o formar nuevas distracciones.
El hombre se cuenta en la historia y se distribuye equitativamente en las diferentes fechas que ha gobernado exclusivamente para ello. Posteriormente se atribuye su primer cancionero y después gime que será adiestrado o visual lo que podrá ofrecerle mejores guisos y hacinados placeres en el paladar ilusorio que refrenda su propia imagen y memoria; pues ya desde allí, los primeros tienden a deshacer el mundo en trocitos de hielo que cubren con sus bebidas alcoholamiacas y sucumben ante el primer lápiz que les otorga el excremento alienígena partido en cuatro.
Lo inconveniente es sobrar. De ahí el abcdef

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