22.8.08

La decoración del instante...

Mientras caigo vacío y descubro que la carnada no ha sido expuesta, manifiesto cordura y reanudo la propia gracia que compone la locura incidental de tu mano derecha. Quizás no se haya escrito la pena en el primer diario; quizás no se haya incluido dentro de la gracia la frustración que implica negociar el pan con un agujero en el pecho. La córnea se distrae y atiende al monitor. ¿Qué escucho? ¿Se me paraliza la gracia sólo por conmover al primero de los hombres o contener el cielo en desarrolladas fases?
Hasta la fijación llueve por debajo de la nariz cuando se salva el eco de la voz agujerada. Toda señal se advierte negada una vez que se le solicita su propia abnegación y necesidad. Nada transcurre salvo que el día se convierte en sierra y la boca se hace a sí misma trizas bajo el lomo del sabio señor Cadmio, quien nos incluye en las penas propias de quienes han nacido bajo el signo de Aries.
Un indocumentado se encuentra presente. La boca se hace agua en el cazón y la segunda fase es instintiva: Habrá que invertir el proceso de producción. Un arma no se descuenta sólo por no necesitar de su propia mano. Advertencia y señalización: el objeto se mueve por la propia aplicación del freno en el espectro vital de su memoria. Un adusto negador se coloca la sangre en la raíz y piensa, de pronto y de nuevo, que con integrar una ecuación lineal le sería suficiente para insultar la controversia del pasado con respecto a su segmento o la firmeza de su raciocinio.
Para la vista existen inmensos batracios que se alimentan de, a saber, corpúsculos en forma de onda abnegada y saturaciones de licántropos en la guardia real.
Lo conveniente a saber sería si el día de la aplicación del freno, el sobrio tuvo o no que distraerse con el proceso mismo de la creación frugal.
La aplicación de la pena se hace presente.
El tallo no incluye señal. Apenas si se advierte a sí mismo golpeando las teclas de la mañana. El vaso de leche le concluye: Es un ser racional y racionado.

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