30.5.08

Creo que me he

enfrentado a la colección de lagartijas que tienen remembranzas de lo lindo. Acaba de establecerse bajo la tierra afilada el rubicuno tren que se asemeja al portavoz de la Sección Amarilla de Deportes Compensables.
De entre los dieciséis o diecisiete niveles de agresión visual, existen seis o cuatro que han desaparecido de entre las sombras para promoverse efímeros, mientras que la banda alcohólica pierde nociones de tiempo y espacio bajo el vaso y la intransigencia vacía. No quedan, pues, informes solitarios ni negaciones con las cuales uno pueda empezar a reír; al menos eso informan los procederes marítimos y, como si el cuero tuviera que ponerse de pie para recibir a las primeras albricias de un motivo significativo, las ornamentaciones vanas no podrán escaparse de los primeros brotes de alegría y fulgor que el llamamiento viene a adherirse por ser manco o tieso.
Así, hay quienes informan y quienes coleccionan. De entre los disfraces que provee una época determinada, podemos recoger los primeros adheridos a la cara y persuadir al soñador de que, a pesar de sus ambivalencias inconclusas, un poste puede convertirse en remolque siempre que el cegador vaya al principio de la fila y no decida vestirse con merengue o playera desenfrenada.
Por lo demás, acontece que la razón es diversa y los primeros anecdóticos solecismos no tienen base fundamentada sobre la cual inscribirse debajo de la sombra o contra la ignorancia vamos todos.
Así, encadnado a la idea de continuidad, pierdo el ritmo que sería impreciso si se tuviera un primordial objeto de. Asíntota malherida que se ha despedido. Barco. Comején disuadido y prosaico en vano. Locomotora es más iluminado que la remembranza categórica de un primer triunfo. El razón y sus ciento cincuenta siluetas que han desgajado con placer y pertinencia el primer abismo sulfúrico, mezclado en vano de puerta sobre la aventura anfibia y detrás de sus primeros horadados han decidido partir; pues detrás de la alegoría tiende a desaparecer y nombra a su compañero mártir o pellizco en la nariz; que acabado está en cunto tuvo que deshacerse de la primera etapa de su cuerpo que vio dormir a placer y disgusto que le ocasionó aquella tarde en la que el pelotón ignoraba cómo debía proceder; si alabar la esperanza foránea de un preciso numencial, o si en la hora decidida se tornase afilado y negado como si se hubiera marchitado meses antes un ácido renal en la primera voz.
El prometedor aguarda en los rincones. Desde allí semira y concluye: esto no es solamente un paseo por las aventuras de un ínfimo jornal; sino que debe terminar por ser, encomendado a la tornasolada decencia, implorado, sectorial y mensajero de la fórmula matemática que los científico han implorado a la colección de ideas del universo: más metafísico no podría gobrnarse a sí mimo:
Universo que se conoce a sí mismo a partir de sus fragmentos: sus pequeños humanos.
Gracias